Detrás de cada obra hecha con amor y con manos humanas hay un tiempo
que es difícil de representar con las formas visuales actuales, como la televisión
o las películas, piensa Viola. Rembrandt se retrató a lo
largo de su vida y contemplar sus autorretratos nos transporta a una duración
del tiempo. Aunque los cuadros de Vermeer parecer reflejar un instante
congelado, son cuadros lentos en los que notamos el tiempo que necesitaron para
ser pintados. Las madres, las abuelas, tejen con cariño e infinita paciencia.
La habitación de Catalina (2001) muestra la historia de una mujer
actual pero en vez de estar articulada en torno a una unidad dramática como
describiera Aristóteles, se inspira en los artistas de principios del siglo XV,
que muestran a la misma persona en varios momentos y lugares de un mismo
cuadro. En un mismo presente, cinco Catalinas, situadas en habitaciones
sencillas y atemporales, hacen diferentes cosas al mismo tiempo, en la idea de
que cada persona somos muchos egos que se mueven y actúan a lo largo de la vida
diaria, dentro de lo que podríamos denominar el tiempo psicológico. Cada panel representa un momento del día, desde la
mañana a la noche como en los libros de las horas o breviarios. La mujer hace
ejercicios de yoga, escribe, cose, reflexiona y duerme. A la vez, hay un tiempo natural, el
tiempo que se observa a través de la ventana de la habitación, que cambia de la
mañana a la noche y a la vez se aprecian las estaciones a través de los
sucesivos estados de las ramas de un árbol en su ciclo anual. En el último panel la ventana muestra
sólo un vacío de color negro, el lugar que está más allá del tiempo.
Acciones
cotidianas, ciclos de horas y estaciones, un sentido de la presencia divina. La
actriz que interpreta a Catalina es consciente, en el sentido budista, de su
entorno cotidiano: su atención está centrada en cada tarea, convirtiéndola en una
práctica espiritual, atención cariñosa
que diría San Juan de la Cruz. Catalina se cuida a sí misma como espera cuidar
del mundo. Evoca lo que los místicos llaman “vida silenciosa”. “La
clave de esta pieza es el equilibrio entre una presentación directa de la
espiritualidad tradicional (occidental) y la imagen de una persona
contemporánea en un entorno contemporáneo… entre gesto y modos de expresión
icónicos, y convención, realismo óptico… entre tradición y contemporaneidad.” Bill Viola.