viernes, 13 de septiembre de 2013

PAISAJES DE LA MEMORIA, PAISAJES DE LA HISTORIA. PRIMERA PARTE

Hace ya tres años, y como ejercicio del curso de Fotografía Profesional de Efti inicié un recorrido personal por una parte de la geografía y la historia de Madrid. Hace ya casi un siglo, Alberto, Benjamin Palencia, Bergamín, Luis Felipe Vivanco, Miguel Hernández o Alberti, habían recorrido casi a diario, el camino que va desde la estación de Atocha hasta el cerro Almodóvar en el sureste de Madrid.
 
En días sucesivos, tomé el tren que atravesaba esos mismos parajes, me fui deteniendo en cada estación hasta llegar a la de Santa Eugenia, donde está el cerro Almodóvar, y fui anotando las impresiones de ese trayecto, sabiendo que recorría pasos históricos pero trasformados y ajenos hoy al proyecto de la Escuela de Vallecas. Era un paisaje feo, no catalogado en ninguna guía turística ni premiado como paisaje singular ni tampoco protegido por ninguna ley. Antes al contrario.
 
 
Para entender a los miembros de aquella efímera Escuela, unas palabras del poeta Pablo Neruda sobre el escultor Alberto:
“estos nuevos caminos por los que creo han de pasar muchas generaciones, no muestran dulzura ni complacencia personal, sino áspera presión orgánica, acérrima lucha, violento sacrificio vital. Su mundo formidable disgustaría y asustaría al burócrata terrible, productor de arte vendible y comestible”.
 
 
O las de Benjamín Palencia “dadme los ibéricos, los caldeos, Altamira; prefiero hacer la plástica del lobo y la alondra antes que la teatral y anecdótica del maniquí vestido de historia”.
El cerro Almodóvar, al que bautizan como cerro testigo porque de allí partiría la nueva visión del arte español que representaría la Escuela de Vallecas: “era una tierra arrastrada por lluvias, con algún olivo carcomido y escasas ramas desde donde se abarca un círculo completo, panorama de la tierra redonda”.
 
Lo que encontré fue historia, memoriales del dolor y el terror, vida cotidiana, un trozo de naturaleza inhóspita, degradada y explotada por la especulación urbanística. Una planicie de la estepa urbanizada sucesivamente por el desarrollismo obrero y la especulación inmobiliaria, “una bajada a los infiernos en la ciudad industrial” en la línea de la Tierra Baldía de T.S, Eliot o de los cuadros de Goya y Solana.
 

 
Pero mirando despacio, con amor, pequeñas muestras de una belleza tierna y maravillosa. Gilles Clément define el Tercer Paisaje como aquellos espacios abandonados, carentes de valor y sin embargo lugares privilegiados para la inteligencia biológica, capaz de reinventarse constantemente, frente a la feroz inteligencia económica.
 
Siempre me ha impresionado cómo vamos convirtiendo la naturaleza en un parque temático, en apariencia al servicio de su conservación, pero en realidad con un afán de domesticación para poder consumir a la madre natura de la misma manera que consumimos entretenimiento o nuevas tecnologías. Las fotos no son las mejores, sin embargo me aportaron una experiencia especial y por eso he querido añadirlas a este blog.

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