martes, 6 de enero de 2015

FOTOGRAFIANDO LA INTRAHISTORIA



El hombre contemporáneo no se preocupa de su memoria individual, porque vive rodeado de memoria almacenada, Kapuscinski

Según Hesiodo, las musas son hijas de Zeus y de Mnemosyne y fueron engendradas como olvido de males y remedio de preocupaciones. Por eso no hay Alezeia sin Lezé: verdad y olvido se complementan. Eres lo que recuerdas escribirá Norberto Bobbio en su ensayo De Senectute. Nuestra noción de lo real y de nuestra identidad depende de la memoria. Por eso fotografiamos las celebraciones y hay fotógrafos como Nan Goldin que plasman el dolor y la muerte. Otros fotógrafos persiguen otros objetivos: Cartier-Bresson captura el momento de tensión que sintetizaba la esencia de una escena. Robert Frank mira el lapso entre varios instantes decisivos, lo que llama los momentos intersticiales (Fontcuberta p 56-60).

Paul Graham se concentra en pequeñeces: en la prendas que llevan las personas anónimas, en los medios para desplazarse, en sus gestos.
 
Muchos libros de historia se centran en los cambios e innovaciones olvidándose de que a menudo, son casi más importantes las inercias históricas o en términos de Le Roy Ladurie, la historia inmóvil. La vida en la Francia de finales del siglo XVII, no se refleja tan bien en los castillos de Luis XIV o en los documentos sobre Le Tellier y Colbert como en el siguiente texto de J. Fourastiè: “un padre de familia medio… no había visto más que a la mitad de sus cinco hermanos llegar a los 15 años, había tenido cinco hijos de los que solo le sobrevivirían dos o tres, habrá visto morir en su familia directa a nueve personas, entre ellas un abuelo porque los otros tres ya habrían muertos ante de su nacimiento. Había vivido dos o tres periodos de hambre y tres o cuatro de carestía, dos o tres epidemias de enfermedades infecciosas sin hablar de las epidemia cuasi-permanentes de sarampión, escarlatina, difteria…”

Paul Graham en A shimmer of possibility (2004-06) (El destello de una posibilidad) se focaliza en los momentos diarios de las vidas de los americanos.  Inspirado en las historias breves de Chejov, en las que con medios mínimos se hace sentir el tiempo y el lugar, Graham alcanza una atmósfera en situaciones corrientes: Unas baldas de un supermercado, una persona cortando césped …. Rincones y momentos insignificantes mostrados en parejas de fotos, a veces como secuencias cinematográficas interrumpidas por hojas en blanco; A veces una solo foto con una historia sin principio ni final, otras historias de más de 60 páginas; las mismas imágenes tomadas desde distintos ángulos focales e impresas en diferente tamaño. Una muestra desde lo cercano, de la realidad social y la disparidad de clases en la era Bush.



En American night (1998-2002) Paul Graham recuerda el Ensayo sobre la ceguera de Saramago al mostrar las barriadas pobres, apenas vislumbradas través de una especie de una niebla con diminutas figuritas. Entre medias hay fotografías de zonas residenciales en un color saturado, pero que, de puro luminoso, poseen el mismo aura de irrealidad que se completa con un tercer tipo de fotos iluminadas a la manera del cine negro, una “noche americana”, la técnica fotográfica de simular la noche a plena luz del día. Graham atraviesa unas ciudades que en vez de haber sido construidas para protegerse del peligro exterior, parecen relacionarse más con el miedo a los peligros interiores debido a la polarización social entre sus habitantes: una élite aislada y blindada cuyos intereses vagan entre el ciberespacio y la realidad de sus lugares de ocio y de negocios y los “otros”,  los que viven físicamente en la ciudad, los sin hogar para los que la calle se convierte en hogar.













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